
Para comprender parte de este documento, dispondremos de un video sobre Desmond morris y su "mono desnudo", cn estos links se podrán familiarizar con su obra.
http://www.paralibros.com/libros/basicos/l03morr.htm
http://agaudi.wordpress.com/2007/01/15/desmond-morris-el-mono-desnudo/
http://es.wikipedia.org/wiki/El_mono_desnudo
http://www.paralibros.com/libros/basicos/l03morr.htm
http://agaudi.wordpress.com/2007/01/15/desmond-morris-el-mono-desnudo/
http://es.wikipedia.org/wiki/El_mono_desnudo
El Alienamiento escolar 2.0
Este papel activo del alumno es una mera excusa para no afrontar la verdad inalienable de la diferencia natural y jerárquica del hombre. Donde existen varios campos que atajar, entre los cuales la falta de autoridad y poder del profesor, que pasa a un segundo plano, al verse obligado a motivar al alumnado y por otro lado la eliminación de diferencias naturales “existentes”, tratando de implantar una educación moralmente aceptada sin ningún tipo de control, haciéndonos creer que los alumnos serán buenos ciudadanos si son libres para experimentar. La carta a los persas reflejaba claramente este último punto, si el rey de Persia moría, dejaban la anarquía, tras ella los ciudadanos suplicaban por la vuelta del rey. Sobre la moralidad del “bien”, Nietzsche ya atacaba este determinismo paleo-cristiano que entendía al hombre como cordero de Dios, haciéndolos a todos iguales a ojos de este;
Ya que a imagen idílica es una idea hermosa y bonita deja de lado el acto voluntario supeditado a los designios del “bien” cristiano. La moral del individuo queda ahora enfriada por una suma mayor de moralidades cristianas que intentan agnósticamente seguir adoctrinando al conjunto de los hombres.
¿Cómo pretenden entonces que el alumno sea creador de su propio conocimiento si ni siquiera respeta a quienes pueden proporcionárselo? Ya que, su moral individual se ve exacerbada junto a su ego en un ambiente constructivista donde carece de todo control del profesor, él cual se sitúa como mero guía, un acto denigrante que no había ocurrido en toda la historia de la humanidad.
Esto representa una irrealidad inalienable al alumnado que se surte de ella, si bien me remito a dos verdades que se han olvidado por la contradicción de fomentar la igualdad intentando salvaguardar la diferencia individual en la que caen todos los miembros de la nueva enseñanza “salvadora” de la defecación añeja.
Y es que estos nuevos intelectuales docentes con cualidades muy determinadas socialmente han intentado asemejarse a filósofos y expertos basándose en una experiencia determinada que no hace más que cerrar sus ojos a una realidad más profunda en el hombre;
Me remito a estas realidades profundas del hombre para recordarles su lejana certeza de lo real: La primera de ellas viene de Freud, en donde se extrapola un concepto sexual del ser humano, algo que resulta ajeno para muchos estudiosos, pero que no deja de ser uno de los pilares más importantes dentro del desarrollo humano y la segunda es el concepto aristotélico de “zoom politkon”.
Muchos de estos neo-modernos docentes se preguntarán en que se apartan de estas ideas tan reales como verdaderas del hombres, es muy sencillo y simple, ya que en su papel educativo no conciben al “alumno” como ser humano, si no como una partícula igualitaria con “falsas proyecciones” autodeterminadas, en un lenguaje más cotidiano, sitúan a un alumno ideal olvidando de que antes que alumno es hombre, como hombre su género sexual determina gran parte de sus comportamientos y que al ser hombre que necesita de una escala social es un animal político, siendo animal ya deja de ser un alumno como fuente de posibilidades para convertirse en un animal violento por conseguir sus objetivos biológicos.
Esta definición que parecería radical y extravagante no está tan lejos de la cercanía de nuestro entorno como creemos, los alumnos toman conciencia de su estado antinatural dentro del aula, pero ello no les priva de sus relaciones animales antes, durante y después de la misma clase.
Lo que han hecho estos nuevos profesores es olvidar la multitud de relaciones que hacen del alumno un animal, situando estas relaciones como un arma de combate hacia el conductismo, pero que les ha creado un punto débil.
Que quiero decir con ello, es cierto de que gran parte de los constructivistas son conscientes en su “creencia” de que la inmensidad de aportaciones externas hacen del alumno un ser único con capacidad propia, pero ello les ha hecho olvidar las motivaciones internas del alumno, su propio deseo del auto-placer animal y su sentido biológico, convirtiendo al alumno en mero receptor interiorizador de informaciones externas y no en productor de originalidad y como parte de una especie: un animal lleno de inquietudes banales.
La estructura del papel activo planteada por autores constructivistas, que refleja en síntesis una de las ideas primarias del mismo concepto, ha quitado de un plumazo la fuerza natural de los hombres, atribuyendo los conceptos sociales como elementos de influencia y no como elementos influenciables.
Por otro orden de cosas, a este último punto citado es donde viene a representar la falta de coherencia real de la situación animal de sociedad, ya que entienden sociedad de una forma “humanamente civilizada” lo que consideramos relaciones cívicas, olvidando nuevamente la realidad animal del hombre.
Es por ello que no somos humanos sociales, somos animales sociales, estas relaciones no son relaciones amistosas, son relaciones de supremacía y preponderancia para ocupar un lugar estable y seguro dentro del propio engranaje social. Sea como sea, cada miembro de la comunidad busca incansable un sitio y un rol específico, ya sea violenta o pacíficamente, no importa el método, la jerarquía es lo único que motiva al hombre en su consumación de poderes.
El aula es una lucha interna de poderes, una articulación de cientos de animales que toman en el escenario antinatural de la clase el estadio más animal posible, donde las clases, profesores, horarios y en conjunto el organismo institucional conforman los elementos externos y ambientales mientras que los propios alumnos y sus relaciones hacen de animales en la selva que es la escuela. Esto es algo que para un paleo-cristiano es impensable, ya que los neo-educadores entienden al alumno como ser humano bondadoso y no como animal capaz de matar por un objetivo, aunque no seamos tremendistas, es cierto, que matar es un acto complejo que requiere otra explicación más exhaustiva, pero en un pequeño grado de conceptos el uso de este último ejemplo muestra una profunda herida que todo ser humano lleva dentro.
Atendiendo a éstos dos expresiones humanas que se han relegado a cambio de una representación más “benigna” del género humano, los consctructivistas han desatendido una clave violenta y competitiva del alumnado. Como animales necesitamos probarnos darwinianamente de que somos “mejores que otro igual”, para saber instintivamente quien es él más preparado para la supervivencia de la especie, si descuidamos este hecho y la misma teoría de la evolución de Darwin nos trae consigo una visión parcialmente denigrada y falta de coherencia.
Así mismo, esto provoca que gran parte de los alumnos se sientan alienados, puesto que si somos claros e inquisitivos, dentro de las relaciones sociales del aula, “la selva de la clase”, las relaciones competitivas se acentúan, debido al reducido espacio enfrentado, relaciones competitivas que pueden cimentar una actitud u otra a expensas de la labor educativa del profesor.
Es una lucha de control y poder entre machos, fuera del contenido cívico que ornamenta una situación ruda y sexual, no obstante la noción de “bien”, apta para los constructivistas para el grueso del alumnado genera una expresión alienada del alumno.
El macho alfa que realiza un mejor trabajo y una mejor labor se ve ahora a imagen social igual que un “macho mediocre”, con un ejemplo se ve más claro, un león que es líder de una manada no puede ser colíder con todos los leones de la manada ya que no encontraría su rol específico. Claro está, que la excusa para denegar esto sería “el hombre es un animal racional”, si bien es cierto, dentro de la escuela y en ambientes escolares en concreto, se desarrollan en extremo a primarias edades las relaciones “animales”, puesto que la influencia “cívica” aún no ha tomado control sobre el animal.
Esta visión determinista de “todo está bien”, genera dos vertientes muy peligrosas para el ser humano: La igualdad enajenada y la discriminación positiva.
La primera está clara, hemos situado a todos los seres humanos como iguales en sus capacidades mentales, algo que no es real, si bien el ser humano está jerárquicamente creado para diferenciarse naturalmente de sus congéneres para ofrecer diversas cualidades, osease, tan sencillo como que unos poseen aptitudes para correr y otros para saltar, él que sabe saltar siempre será peor corriendo que él que sabe correr y viceversa, los dos son buenos en sus campos, pero malos en otros campos.
Algo tan simple, en esta nueva sociedad tolerante se ve mancillado y marginado, nadie asume que su hijo es más torpe que el hijo del vecino en algún campo, nadie es capaz de asumir una verdad oculta, a nuestro juicio todos tenemos las mismas posibilidades y potencialidades, algo totalmente falso y antinatural.
Como ejemplo situaremos a dos alumnos, uno elabora un trabajo magnífico cercano a la perfección y el segundo un trabajo mediocre y paupérrimo, naturalmente el primer trabajo sería premiado y se ayudaría al mismo para que continuase su labor, mientras que el segundo sería “corregido” para que llegase a las instancias del primero, o por lo menos para que no se quede anclado en lo mediocre.
Ahora en cambio, hacemos todo lo contrario, entendemos a cada trabajo como no-comparativo, algo que parece “justo”, pero es antinatural e injusto, el hombre nace con el deseo de comparación y competición, negar este deseo es parte del nuevo juicio constructivista, ciñéndonos al ejemplo puesto anteriormente, un intelectual “moderno” diría al joven que lo ha hecho genial que su trabajo es bueno y al mismo tiempo diría al alumno mediocre que su trabajo también es bueno, lo que provoca un desajuste, él que lo hace bien se siente perdido y desmotivado “¿De qué sirve que lo haga muy bien si me dan la misma valoración que aquel que lo ha hecho mal?” La realidad individual de cada uno nos sitúa en conceptos de “bien o mal” y si no somos capaces de entender el motor competitivo del hombre, no seremos nunca capaces de dar salida a la desmotivación que nace de alguien “superior” al ver que su trabajo no es recompensado.
Mientras en la otra cara de la moneda el “mediocre” se ve ilusionado viendo que lo que ha realizado es “bueno”, sin preocuparse de que debe “mejorar”, porque la energía de la superación no es la aceptación grata de todas las acciones, sino la crítica de las mismas y la fuerza de poder superar los obstáculos ante un trabajo imperfecto.
En conclusión a este apartado, intentando contentar a todos, los constructivistas no logran contentar a nadie y más aún, generan una nueva alienación al no usar métodos de distinción y medición de cualidades. Ellos dirán que es parte de la represión para mantener las clases sociales separadas, yo diré que es una excusa barata para ocultar la naturaleza humana y quedar “bien” ante el grueso de una sociedad analfabeta.
Por Pedro Vicario Lupiáñez
Este papel activo del alumno es una mera excusa para no afrontar la verdad inalienable de la diferencia natural y jerárquica del hombre. Donde existen varios campos que atajar, entre los cuales la falta de autoridad y poder del profesor, que pasa a un segundo plano, al verse obligado a motivar al alumnado y por otro lado la eliminación de diferencias naturales “existentes”, tratando de implantar una educación moralmente aceptada sin ningún tipo de control, haciéndonos creer que los alumnos serán buenos ciudadanos si son libres para experimentar. La carta a los persas reflejaba claramente este último punto, si el rey de Persia moría, dejaban la anarquía, tras ella los ciudadanos suplicaban por la vuelta del rey. Sobre la moralidad del “bien”, Nietzsche ya atacaba este determinismo paleo-cristiano que entendía al hombre como cordero de Dios, haciéndolos a todos iguales a ojos de este;
Ya que a imagen idílica es una idea hermosa y bonita deja de lado el acto voluntario supeditado a los designios del “bien” cristiano. La moral del individuo queda ahora enfriada por una suma mayor de moralidades cristianas que intentan agnósticamente seguir adoctrinando al conjunto de los hombres.
¿Cómo pretenden entonces que el alumno sea creador de su propio conocimiento si ni siquiera respeta a quienes pueden proporcionárselo? Ya que, su moral individual se ve exacerbada junto a su ego en un ambiente constructivista donde carece de todo control del profesor, él cual se sitúa como mero guía, un acto denigrante que no había ocurrido en toda la historia de la humanidad.
Esto representa una irrealidad inalienable al alumnado que se surte de ella, si bien me remito a dos verdades que se han olvidado por la contradicción de fomentar la igualdad intentando salvaguardar la diferencia individual en la que caen todos los miembros de la nueva enseñanza “salvadora” de la defecación añeja.
Y es que estos nuevos intelectuales docentes con cualidades muy determinadas socialmente han intentado asemejarse a filósofos y expertos basándose en una experiencia determinada que no hace más que cerrar sus ojos a una realidad más profunda en el hombre;
Me remito a estas realidades profundas del hombre para recordarles su lejana certeza de lo real: La primera de ellas viene de Freud, en donde se extrapola un concepto sexual del ser humano, algo que resulta ajeno para muchos estudiosos, pero que no deja de ser uno de los pilares más importantes dentro del desarrollo humano y la segunda es el concepto aristotélico de “zoom politkon”.
Muchos de estos neo-modernos docentes se preguntarán en que se apartan de estas ideas tan reales como verdaderas del hombres, es muy sencillo y simple, ya que en su papel educativo no conciben al “alumno” como ser humano, si no como una partícula igualitaria con “falsas proyecciones” autodeterminadas, en un lenguaje más cotidiano, sitúan a un alumno ideal olvidando de que antes que alumno es hombre, como hombre su género sexual determina gran parte de sus comportamientos y que al ser hombre que necesita de una escala social es un animal político, siendo animal ya deja de ser un alumno como fuente de posibilidades para convertirse en un animal violento por conseguir sus objetivos biológicos.
Esta definición que parecería radical y extravagante no está tan lejos de la cercanía de nuestro entorno como creemos, los alumnos toman conciencia de su estado antinatural dentro del aula, pero ello no les priva de sus relaciones animales antes, durante y después de la misma clase.
Lo que han hecho estos nuevos profesores es olvidar la multitud de relaciones que hacen del alumno un animal, situando estas relaciones como un arma de combate hacia el conductismo, pero que les ha creado un punto débil.
Que quiero decir con ello, es cierto de que gran parte de los constructivistas son conscientes en su “creencia” de que la inmensidad de aportaciones externas hacen del alumno un ser único con capacidad propia, pero ello les ha hecho olvidar las motivaciones internas del alumno, su propio deseo del auto-placer animal y su sentido biológico, convirtiendo al alumno en mero receptor interiorizador de informaciones externas y no en productor de originalidad y como parte de una especie: un animal lleno de inquietudes banales.
La estructura del papel activo planteada por autores constructivistas, que refleja en síntesis una de las ideas primarias del mismo concepto, ha quitado de un plumazo la fuerza natural de los hombres, atribuyendo los conceptos sociales como elementos de influencia y no como elementos influenciables.
Por otro orden de cosas, a este último punto citado es donde viene a representar la falta de coherencia real de la situación animal de sociedad, ya que entienden sociedad de una forma “humanamente civilizada” lo que consideramos relaciones cívicas, olvidando nuevamente la realidad animal del hombre.
Es por ello que no somos humanos sociales, somos animales sociales, estas relaciones no son relaciones amistosas, son relaciones de supremacía y preponderancia para ocupar un lugar estable y seguro dentro del propio engranaje social. Sea como sea, cada miembro de la comunidad busca incansable un sitio y un rol específico, ya sea violenta o pacíficamente, no importa el método, la jerarquía es lo único que motiva al hombre en su consumación de poderes.
El aula es una lucha interna de poderes, una articulación de cientos de animales que toman en el escenario antinatural de la clase el estadio más animal posible, donde las clases, profesores, horarios y en conjunto el organismo institucional conforman los elementos externos y ambientales mientras que los propios alumnos y sus relaciones hacen de animales en la selva que es la escuela. Esto es algo que para un paleo-cristiano es impensable, ya que los neo-educadores entienden al alumno como ser humano bondadoso y no como animal capaz de matar por un objetivo, aunque no seamos tremendistas, es cierto, que matar es un acto complejo que requiere otra explicación más exhaustiva, pero en un pequeño grado de conceptos el uso de este último ejemplo muestra una profunda herida que todo ser humano lleva dentro.
Atendiendo a éstos dos expresiones humanas que se han relegado a cambio de una representación más “benigna” del género humano, los consctructivistas han desatendido una clave violenta y competitiva del alumnado. Como animales necesitamos probarnos darwinianamente de que somos “mejores que otro igual”, para saber instintivamente quien es él más preparado para la supervivencia de la especie, si descuidamos este hecho y la misma teoría de la evolución de Darwin nos trae consigo una visión parcialmente denigrada y falta de coherencia.
Así mismo, esto provoca que gran parte de los alumnos se sientan alienados, puesto que si somos claros e inquisitivos, dentro de las relaciones sociales del aula, “la selva de la clase”, las relaciones competitivas se acentúan, debido al reducido espacio enfrentado, relaciones competitivas que pueden cimentar una actitud u otra a expensas de la labor educativa del profesor.
Es una lucha de control y poder entre machos, fuera del contenido cívico que ornamenta una situación ruda y sexual, no obstante la noción de “bien”, apta para los constructivistas para el grueso del alumnado genera una expresión alienada del alumno.
El macho alfa que realiza un mejor trabajo y una mejor labor se ve ahora a imagen social igual que un “macho mediocre”, con un ejemplo se ve más claro, un león que es líder de una manada no puede ser colíder con todos los leones de la manada ya que no encontraría su rol específico. Claro está, que la excusa para denegar esto sería “el hombre es un animal racional”, si bien es cierto, dentro de la escuela y en ambientes escolares en concreto, se desarrollan en extremo a primarias edades las relaciones “animales”, puesto que la influencia “cívica” aún no ha tomado control sobre el animal.
Esta visión determinista de “todo está bien”, genera dos vertientes muy peligrosas para el ser humano: La igualdad enajenada y la discriminación positiva.
La primera está clara, hemos situado a todos los seres humanos como iguales en sus capacidades mentales, algo que no es real, si bien el ser humano está jerárquicamente creado para diferenciarse naturalmente de sus congéneres para ofrecer diversas cualidades, osease, tan sencillo como que unos poseen aptitudes para correr y otros para saltar, él que sabe saltar siempre será peor corriendo que él que sabe correr y viceversa, los dos son buenos en sus campos, pero malos en otros campos.
Algo tan simple, en esta nueva sociedad tolerante se ve mancillado y marginado, nadie asume que su hijo es más torpe que el hijo del vecino en algún campo, nadie es capaz de asumir una verdad oculta, a nuestro juicio todos tenemos las mismas posibilidades y potencialidades, algo totalmente falso y antinatural.
Como ejemplo situaremos a dos alumnos, uno elabora un trabajo magnífico cercano a la perfección y el segundo un trabajo mediocre y paupérrimo, naturalmente el primer trabajo sería premiado y se ayudaría al mismo para que continuase su labor, mientras que el segundo sería “corregido” para que llegase a las instancias del primero, o por lo menos para que no se quede anclado en lo mediocre.
Ahora en cambio, hacemos todo lo contrario, entendemos a cada trabajo como no-comparativo, algo que parece “justo”, pero es antinatural e injusto, el hombre nace con el deseo de comparación y competición, negar este deseo es parte del nuevo juicio constructivista, ciñéndonos al ejemplo puesto anteriormente, un intelectual “moderno” diría al joven que lo ha hecho genial que su trabajo es bueno y al mismo tiempo diría al alumno mediocre que su trabajo también es bueno, lo que provoca un desajuste, él que lo hace bien se siente perdido y desmotivado “¿De qué sirve que lo haga muy bien si me dan la misma valoración que aquel que lo ha hecho mal?” La realidad individual de cada uno nos sitúa en conceptos de “bien o mal” y si no somos capaces de entender el motor competitivo del hombre, no seremos nunca capaces de dar salida a la desmotivación que nace de alguien “superior” al ver que su trabajo no es recompensado.
Mientras en la otra cara de la moneda el “mediocre” se ve ilusionado viendo que lo que ha realizado es “bueno”, sin preocuparse de que debe “mejorar”, porque la energía de la superación no es la aceptación grata de todas las acciones, sino la crítica de las mismas y la fuerza de poder superar los obstáculos ante un trabajo imperfecto.
En conclusión a este apartado, intentando contentar a todos, los constructivistas no logran contentar a nadie y más aún, generan una nueva alienación al no usar métodos de distinción y medición de cualidades. Ellos dirán que es parte de la represión para mantener las clases sociales separadas, yo diré que es una excusa barata para ocultar la naturaleza humana y quedar “bien” ante el grueso de una sociedad analfabeta.
Por Pedro Vicario Lupiáñez
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